Novecientos mil salmones portadores de antibióticos se dieron a la fuga en la región de Los Lagos.
Las autoridades advierten a la población para que se abstenga de consumirlos, porque entrañan un peligro para la salud humana.
Como sabemos, todos los salmones de criadero, que son los que masivamente llegan a los mercados nacionales y extranjeros, son tratados con antibióticos en el proceso de producción.
Chile es el segundo productor de salmones en el mundo, después de Noruega. Sin embargo, Chile utiliza mayores cantidades de antibióticos que Noruega en la crianza de sus salmones.
Dos son los peligros que implica el uso intensivo de antibióticos en estas faenas. Uno, ya alertado por la OMS, es la generación de microorganismos resistentes a esos agentes antibacterianos; el otro, la disminución de su eficacia en el organismo humano que ha consumido continuamente productos que contienen residuos de antibióticos.
¿Cómo sabemos los consumidores que el salmón que llevamos a la mesa de nuestro hogar está libre de antibióticos, cuando el propio director de Sernapesca de la región de Los Lagos advirtió: «Estos peces, que no estaban con un tratamiento antibiótico terminado, todavía tienen residuos, por lo tanto, no han sido liberados y no están aptos para consumo humano»?
Por otra parte, por las noticias nos enteramos de la presencia de residuos de antibióticos en salmones de origen chileno comercializados en la ciudad de Buenos Aires. También en Estados Unidos ha ocurrido algo semejante.
Surge la duda.
¿Y aquí en Chile, no será que también estamos comiendo residuos de antibióticos con el salmón? ¿Cómo saberlo?
Por Ricardo Iturra, Director de ODECU.
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